En contra del maltrato

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Cuando una persona está en el infierno, su alma se quema eternamente. Eso nos han contado. Un infierno puede ser la cárcel, el remordimiento, la sumisión o el hecho de tener miedo a las consecuencias de cualquier acción.
Una de éstas últimas es Laura, una mujer maltratada por su marido. Su día a día es duro, muy duro. El mero hecho de que la comida le pueda salir un poco dulce o un poco salada es motivo de reprimenda física por parte de su marido.  Cuando le conoció era un hombre tímido y simpático, incluso podía llegar a ser gracioso en muchas ocasiones. Es gracioso como cambian las personas. Tuvo que ser ella la que se lanzó a él y a partir de ahí empezó la relación. Los primeros años fueron buenos, pero después de la boda, él tuvo una crisis emocional producida por la caída de su empresa. Estaban arruinados y endeudados. Comenzó a beber y a cambiar. Ahora era frío y su lengua escupía veneno, un veneno que le hacía llorar todas las noches. Su primer golpe fue una noche en la que intentó apartarle una copa de vino, para que dejase de beber, él iba muy borracho y le dio una bofetada tan fuerte que consiguió desplomarla y cayó a la fría losa de la cocina. Él, al día siguiente, pidió disculpas, pareció estar sinceramente disculpado, y al poco tiempo encontró un pequeño trabajo como albañil. Todo parecía haberse relajado.
El pasar de ser el importante directivo de una empresa a ser un simple peón de albañil era un fuerte cambio, cosa que hizo que su estrés aumentase al tiempo que bajaba su autoestima. Seguía bebiendo y comenzó a pegar. Cada vez más, hasta que ella perdió la consciencia. Cada vez más, las pequeñas cosas le hacían enfadar más. Una pequeña mancha en la ropa, no estar la cena lista cuando el llegaba, incluso que estuviese el suelo recién fregado nada más llegar y no poder pasar hasta que se seque. Todo era motivo para beber, pegar y algunas veces, violar.
La peor paliza de su vida, no la más dura, fue una tarde de abril, en la que se había enterado de que estaba embarazada. Tenía miedo de contárselo, pues no sabía cómo se lo tomaría. No hizo falta. Él vio el tenedor con el que cenaba un poco manchado y el infierno volvió a arder con fuerza. Demasiada fuerza. El bebé nunca llegó a nacer.
La frustración de no poder ser madre porque la persona a la que amaba fuese ahora de todos menos hombre le hacía arder las entrañas. Al final no pudo soportarlo y acabó contándoselo a una vecina.
Ésta vecina denunció a la policía el maltrato que sufría Laura sin su permiso. Esa misma tarde la policía entró en la casa y detuvieron al marido y se los llevaron a los dos a testificar.
Laura no testifica en contra de su marido
Laura no testifica en contra de su marido. Dice que todo es un invento de su vecina. A la vecina le caen dos años de cárcel por falsa denuncia. El infierno de Laura aumenta, pero termina  a las dos semanas. Laura no pudo soportar más las palizas. Murió.
Laura testifica en contra de su marido
                Laura testifica en contra de su marido, a él le ponen una orden de alejamiento. Él marido enfurecido, la irrumpe, los vecinos avisan a la policía. La policía detiene al marido y lo mete en la cárcel. Laura se salva
Los malos tratos tienen solución. Una historia simple, ficticia sí, pero hay tantas iguales por todo el mundo.


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